sábado, 8 de febrero de 2014

Abordajes insuficientes en la negociación


Abordajes insuficientes

Debido a que la negociación como cuerpo de saber resulta una transdisciplina, es decir un conocimiento nuevo, fruto del diálogo y los aportes de diversas ciencias, cada abordaje a la misma que se realice desde la perspectiva de una ciencia en particular resultará en una actividad rica, pero a ojos vista insuficiente para explicar su realidad particular y propia, y mucho menos para desarrollar una metodología y una praxis consistente y exitosa para resolver conflictos.

De esa manera, el abordaje de la resolución de conflictos que realiza, por ejemplo la matemática, excluye a priori todo aquello de la negociación que tenga que ver con las emociones o con los valores, por citar dos áreas sensibles de las muchas que deben tenerse en cuenta.

De modo similar, los abordajes realizados desde la psicología, o desde la llamada “ontología del lenguaje” y desde muchas otras disciplinas, excluyen el lado racional de la negociación.

Los negociadores de profesión, sabemos que toda actividad de resolución de conflictos se desarrolla simultáneamente en dos Dominios: el racional y el sentiente. Algunos tratan a este último Dominio, que abarca fundamentalmente la percepción, la comunicación, las emociones y los valores, de “humano” ¡Como si un ser humano no se caracterizara por su racionalidad!

En los últimos años, se ha dado preferencia -en el estudio de la negociación- en forma casi exhaustiva a este último Dominio, llegando al extremo de ignorar totalmente el Dominio racional. Examinando publicaciones académicas, resulta evidente que la mayoría de las investigaciones y artículos fruto de las mismas versan sobre por ejemplo: “cómo descubrir las emociones durante una negociación”, o tópicos parecidos.

Los medios han contribuido a este fenómeno, bajando del nivel académico al correspondiente al saber popular, apoyados en series televisivas como “Lie to me”, escrita en base a las investigaciones del Dr. Paul Ekman sobre el rostro humano y las micro expresiones.

Todo esto ha determinado que no solamente algunos investigadores y negociadores tengan un conocimiento sesgado de la resolución de conflictos, muchas veces incluyendo metodologías “llave” para negociar mejor, como la PNL, el Coaching Ontológico y muchas otras, sino que -más grave aún- el empresario, el hombre de negocios, el político y todos los demás usuarios de esta transdisciplina, en búsqueda de una metodología para negociar mejor acaban con una visón insuficiente y como consecuencia, con una mala praxis.

Es preciso señalar aquí que si bien ambos Dominios revisten igual importancia, y un buen negociador debe señorear sobre ambos Dominios en forma simultánea, un profesional de la negociación conoce bien el viejo principio enunciado en el libro “Getting to yes”: es imposible negociar sin un mínimo de racionalidad de todas las partes.

Es por ello que el buen negociador, apoyado (por ejemplo) en la comunicación, debe ir llevando a su interlocutor a ser lo más racional posible.

No debe pensarse, sin embargo, que ser racional consiste en obtener un comportamiento de “autómata que negocia”. Nada más alejado de la realidad.

El parámetro adecuado para introducir al comportamiento racional en toda negociación son los intereses de las partes.

La detección temprana de los intereses propios y ajenos, y luego su comprobación por las acciones realizadas por las partes, y su correspondiente explicitación, brindarán un marco conceptual y ubicuo que posibilitará ese mínimo de racionalidad antes aludido.

Finalizando este post, es útil realizar un parangón entre la negociación y una relación amorosa. No es aquella persona quien dice “te amaré toda mi vida” a la que (racionalmente) es preciso creer, sino a aquella que a través de la vida lo demuestra con acciones coherentes.

Conmigo hará grandes negocios” puede ser una hermosa expresión de deseos, pero luego habrá que ver que hechos y qué acciones produce quien esto ha dicho. Desgraciadamente, en la mayoría de los casos las acciones revelan otros intereses más concretos: “contigo YO haré un gran negocio”.