miércoles, 3 de mayo de 2017

Dificultades en la Enseñanza y el Aprendizaje de la Negociación


La mayoría de las personas creen que cuando se habla de Resolución de Conflictos, en general, o bien de Negociación, en particular, se alude a un conjunto de técnicas de comportamiento, que pueden enseñarse en forma de “tips”, de un “método” o como un conjunto de “recetas mágicas”.

No son muchos los que entienden que la Negociación constituye una transdisciplina, en cuya formación, a veces directamente, a veces en forma transversal, intervienen ciencias tan disímiles como las matemáticas, la psicología, la administración, la comunicación, la ciencia jurídica, y muchas otras.

Por supuesto, no existen tales “técnicas de comportamiento”; negociar es algo que realizamos continuamente en diversos contextos, y lo hacemos a partir de algo mucho más profundo: el hábito.

¿Qué es un hábito? El Diccionario de la RAE, dice: “Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas.”
Esto es, un hábito actúa sobre la voluntad facilitando la operación del individuo. De ahí que se predique de los hábitos moralmente buenos como “virtudes”, y de los malos como “vicios”.

Lo importante, a los fines de examinar las cuestiones que le dan título a este escrito, es tener en claro que negociamos siempre mediante hábitos que disparan conductas no siempre advertidas, dada su cotidianeidad.

Adquirimos hábitos para resolver conflictos desde nuestra infancia, mediante la prueba y el error. Cada vez que un niño prueba una conducta y esta se demuestra exitosa para obtener lo que desea, es atesorada en la memoria y repetida en una situación análoga. Cada vez que esta conducta es repetida va formando un patrón de comportamiento, el cual desemboca en la creación de un hábito.

Por lo expuesto, la única forma realmente seria y efectiva de enseñar a negociar es mediante la operación sobre los hábitos de la persona, utilizando un proceso de aprendizaje conductual.

¿Qué etapas tiene este proceso?
En primer lugar, desde luego se trata de conocer académicamente los contenidos de esta transdisciplina, así como las diversas metodologías que se aplican: cooperativa, adversarial y mixta (coopetición).

Luego, realizar una introspección asistida que le permita al individuo verificar cómo reacciona cotidianamente en cada conflicto al cual se enfrenta.

En tercer lugar, comparar lo que hace con lo que debería hacer. En esta comparación de conductas encontrará que algunas se ajustan óptimamente al ideal, otras sólo en forma mediocre, y en un tercer grupo, podrá observar conductas erróneas.

La educación del negociador se centra luego en resolver el problema de cómo integrar sus conductas correctas, como así también mejorar las mediocres y sustituir las erróneas.
Este proceso de aprendizaje sucintamente descrito y que parece sencillo, es en realidad y en la práctica una ardua tarea. Así es, insume muchas horas de trabajo en el diseño a medida e implementación de Talleres por parte de profesores experimentados; lecturas complementarias que deben realizar los participantes, y sobre todo un tiempo de decantación e incorporación de nuevos hábitos que se estima en no menos de seis a diez meses, según la persona y el ritmo del aprendizaje.

Todos los cursos de negociación de ocho, doce o dieciséis horas que se ofrecen en el mercado internacional, no pasan de la primera etapa mencionada y libran el resto al interés y empeño solitario de quien tomó el curso para realizar el trabajo duro.

En pocas palabras: lo que se vende en el mercado local e internacional como formación de negociadores no es más que una actividad informadora, en el mejor de los casos, con mayor o menor profundidad en los contenidos.

Como en cualquier disciplina ligada al crecimiento humano no existen soluciones mágicas, como se mencionara al inicio.
¿Es por ello que debemos pensar que toda aquella institución que ofrece un curso corto de Negociación realiza una venta deshonesta? De ninguna manera, si la misma -o por caso, el instructor- tiene el sentido común suficiente como para aclarar las cosas a sus alumnos e indicarles el camino a seguir de allí en adelante.

Pero ¡Atención! las cosas se le harán el doble o triple de difíciles a estos alumnos, corriendo el riesgo de desalentarse en el camino y abandonar la meta.