sábado, 13 de noviembre de 2010

Un fracaso alentador

A pesar de los desacuerdos, al mundo le interesa que el G-20 siga existiendo

WEI GU

NEGOCIOS - 14-11-2010
Estados Unidos llegaba a Seúl esta semana pareciendo el malo de la película. Al poco tiempo, era una inflexible China la que se veía atacada. El G-20 no ha avanzado mucho en temas como los desequilibrios comerciales y las monedas mal alineadas, pero ese no es motivo para no volver a intentarlo. Ambas superpotencias, especialmente China, se benefician del incómodo escrutinio que se genera.

Sigue teniendo sentido que los 20 países más grandes se reúnan. El G-7 solía ponerse de acuerdo más a menudo, pero no incluía a las economías emergentes, que representan el 80% de la población mundial. El otro foro de debate multilateral importante, el Fondo Monetario Internacional (FMI), sigue sin contar con la confianza de algunos países asiáticos por su muy condicional apoyo tras la crisis de 1997.

Es verdad que los distanciamientos ideológicos no pueden superarse en 24 horas. Fijémonos en la política exterior: a Estados Unidos le gusta dar consejos a otros países. Pero China aborrece que se crea que se doblega ante los extranjeros. Los dirigentes chinos son ingenieros taciturnos que carecen de las dotes de persuasión necesarias para deslumbrar en el escenario mundial (a diferencia del presidente estadounidense, Barack Obama, un ex abogado experto en retórica).

Pero China sí que responde a las presiones del G-20, aunque sus políticos digan lo contrario. Dos días antes de la reunión de Seúl, permitía que el yuan se revalorizase más que en ningún otro momento desde 2005, dando su brazo a torcer ante la principal crítica hecha por otros países del G-20. De forma análoga, en junio ponía fin inesperadamente a su paridad cambiaria con el dólar, unos días antes de la cumbre del G-20 en Toronto. Pekín odia que le amenacen, pero no quiere quedarse aislado.

Donde puede que le vaya mejor al G-20 es en su función de campo de entrenamiento para China en su papel de superpotencia emergente. Hay mucho que aprender. Mientras que la Administración estadounidense mantuvo numerosas reuniones informativas en Seúl, China celebró una única conferencia de prensa más bien tensa. Y mientras los ayudantes de Obama elogiaban las conversaciones con los chinos calificándolas de esperanzadoras, el presidente Hu refunfuñaba por la falta de políticas responsables de los emisores de moneda de reserva.

Los escépticos sostienen que el G-20 es en realidad un G-2. Es posible, pero por ahora sigue siendo el único sitio donde los dos países que generan grandes desequilibrios deben reunirse en igualdad de condiciones con los países que sufren por culpa de ellos. Y aunque eso solamente sirva para exponer a las economías en auge a un debate abierto y a la diplomacia de las superpotencias, al mundo le interesa que la cumbre siga celebrándose. -

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