Deseos para el 2009
El diálogo, del griego (diá, a través) y (logos), palabra, es una modalidad del discurso oral y escrito en la que se comunican entre sí dos o más personas con el objeto de intercambiar información.
Existe otra definición más restringida de “diálogo”, en la cual su propósito se establece como la búsqueda de la verdad por parte de los interlocutores.
Hoy la palabra «diálogo» se ha puesto de moda, y se la emplea para designar los más diversos tipos de conversación, aunque no siempre aparezcan suficientemente en ella los criterios de apertura, atención a las ideas del interlocutor y disposición a modificar los propios puntos de vista. Sin embargo, estos criterios deberían presidir todas las conversaciones.
Un buen diálogo debería cumplir al menos los siguientes requisitos:
l Respetar al que habla.
l Hablar en tono adecuado.
l No hablar todos a la vez.
l Saber escuchar antes de responder.
l Pensar en lo que dicen los demás.
l Admitir las opiniones de los demás.
l No fingir que se escucha pero en realidad estar pensando en cómo rebatir al interlocutor.
Es por eso que un buen dialogante no sólo se expresa bien, sino que ejerce el arte de la escuchatoria o escucha activa.[1]
El gran enemigo del diálogo y de toda búsqueda abierta es la «voluntad de poder». Tendencia al poder y diálogo se excluyen mutuamente: esto no significa incondicionalmente una negativa radical frente a todo poder, sino más bien el requerimiento de que todo poder y autoridad tengan estructura dialogante.
Cuando uno contempla nuestra realidad como Nación, y escucha los reiterados llamados al diálogo realizados por diversos estamentos de la sociedad, no puede menos que preguntarse: ¿Qué sucede en la Argentina? ¿Es que nos hemos vuelto sordos repentinamente?
La realidad es muy otra: cuando los políticos llaman al diálogo (suponiendo su sinceridad), no dicen lo mismo que los hombres de campo, la Iglesia Católica, los empresarios o los profesionales de la Filosofía ni tampoco los de la Negociación.
Todos utilizan la misma palabra en sentidos diferentes, y de allí los equívocos.
Veamos algunos ejemplos:
l Políticos: el diálogo para ellos es más un sinónimo de persuasión que de intercambio de ideas o búsqueda de la verdad.
l Los hombres de campo: el diálogo con las autoridades significa para ellos que quienes mandan comprendan que el campo se muere. Punto.
l La Iglesia Católica: cuando reclama mayor diálogo con los legisladores y el gobierno, como por ejemplo en el tema de la despenalización de la droga, “diálogo” significa iluminar las realidades temporales con la luz de la Revelación, lo cual estaría muy bien si el gobierno al menos fuera cristiano. De otro modo, reclamar un diálogo con la dirigencia actual puede ser para algunos prelados “intelectuales” muy evangélico, pero totalmente inútil en la práctica.
l Cuando la Iglesia convoca a los líderes de otras comunidades religiosas, a realizar un “diálogo ecuménico o interreligioso”, no está implicando la búsqueda de la Verdad.[2] Simplemente, con muy buena voluntad, están conociéndose teológicamente en forma mutua y buscando coincidencias entre cada fe.
l Los marxistas: para el marxista ortodoxo, el diálogo se transforma en dialéctica. El carácter de lucha y oposición de contrarios es, para el materialismo dialéctico, según Engels, universal. Sin embargo para los seguidores de Antonio Gramsci, más sutil y destructivo que el marxista ortodoxo, el diálogo es un instrumento de penetración y transformación de paradigmas desde adentro[3].
Luego de estos ejemplos, llegamos así al diálogo que caracteriza a la Negociación como transdisciplina.
1. El diálogo de los negociadores no busca la verdad. Dentro del Dominio de lo psicológico o Relacional, busca comprender cómo percibe la realidad el otro, cuáles son las emociones que esta realidad le suscita, cuáles son sus prejuicios y valores, y cómo se comunica con los demás. Parte de la base de que cada ser humano es único e irrepetible, pero que todos somos iguales en dignidad.
2. Desde el Dominio de lo Racional o del costo-beneficio, el diálogo negociador busca descubrir intereses para satisfacerlos en forma mutua. Busca que todos ganen en la satisfacción de los mismos, pues se preocupa por preservar la relación con la otra parte en el mediano o largo plazo.
3. Se puede decir que el diálogo negociador encuentra y explicita puntos de vista diferentes, para acercar posiciones y llegar a un acuerdo[4].
4. El diálogo negociador no implica el valor justicia, tan sólo equidad en el trato.
Como negociador profesional, es mi deseo para el año 2009 que la sociedad encuentre en este tipo de diálogo, a disposición y alcance de todos los ciudadanos, una herramienta para solucionar los conflictos que nos aquejan y de este modo, contribuir al engrandecimiento de la Patria, sin tener que recurrir -una vez más- a la violencia.
[1] “El libro de las habilidades de comunicación: Cómo mejorar la comunicación personal” Capítulo 7
Carlos J Van-der Hofstadt Román, Ediciones Díaz de Santos, 2005
ISBN 8479786906, 9788479786908
[2] Para Santo Tomás, en la Summa Teologicae “creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia” Es decir, por definición, la fe es de naturaleza irracional e indemostrable; una gracia de Dios.
[3] El significado gramsciano de la dialéctica "real" se hace más claro en relación con el concepto de revolución pasiva. Esta es en una primera aproximación: "transformismo", o sea "la absorción gradual […] de los elementos activos surgidos de los grupos aliados e incluso de los adversarios" (T 5:387 C)
[4] Acordar. Diccionario de la Real Academia Española, DRAE: Determinar o resolver de común acuerdo (Del lat. *accordāre, de cor, cordis, corazón).
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